Corría el año 2005,
el año del huracán Katrina, del desastre de
Nueva Orleans y del terremoto de Pakistán, año
de manifestaciones, con rancio sabor de antaño, contra las
bodas gays, de algún chirrido, que no ruido, de sables
contra el Estatut y, lo que cabreará profundamente a
más de uno, un año catalogado de excelente, si no
excepcional, en cuanto a la cosecha vinícola. Os
aseguramos, no obstante, que nada tuvimos que ver con ello.
Fue en ese año, tan proclive a
graves acontecimientos, cuando Promusicae solicitó
a Telefónica la identidad de algunos usuarios que
usaban redes P2P para intercambiar archivos, a lo que la
operadora se negó, alegando que solo tenia obligación
de hacerlo en caso de «investigación criminal o
para la salvaguardia de la seguridad pública y la
defensa nacional«. Hasta ahora, los tribunales han dado
la razón a Telefónica.
Sistemáticamente, todos los
jueces que han valorado el caso, se han negado a considerar
como criminales a los que usaban las Ip de las que la
asociación de discográficas solicitaba datos
personales, han desvinculado el intercambio de archivos de la
seguridad pública e, incluso, han negado, con una obstinación
digna de mención, que el tema tenga nada que ver con la
defensa nacional. Ni que decir tiene que, en contra de esas
consideraciones, Promusicae opina de distinta forma y sigue
queriendo la cabeza de esos individuos en bandeja de plata, a pesar
de que la venta de cabezas humanas esté prohibida y que el
empeñar bandejas de plata ya no es lo que era en la época
victoriana, cuando eran más valoradas.
Ahora, remitido allí por el
Juzgado de lo Mercantil nº5 de Madrid, el caso
está en el Tribunal de Justicia de la UE, de donde,
seguramente, pasará, directamente, a una papelera.
Sobre este tema, la Comisión Europea ya ha emitido un
informe previo que considera que una legislación, como
la española, que prohíbe revelar estos datos
para procesos meramente civiles, «no es contraria al
Derecho comunitario«.
Amén.