Limitación horaria del temido spam telefónico

Hoy día, las empresas tienen que mirar por la sociedad más que nunca, debe haber una adecuada retroalimentación con ella. En este camino han ido las grandes compañías telefónicas: Vodafone, Orange, Movistar, Yoigo, Ono y Jazztel, reafirmándose más en el código deontológico que firmaron voluntariamente en el 2010, con el que autorregulan sus prácticas comerciales de venta telefónica, el denominado spam.

Este spam, que muchas veces hemos sufrido todos y que tan molesto, incómodo y fastidioso nos ha parecido debido a que no solo llaman una vez,  consiste en que compañías diferentes a las que pertenece el usuario se ponen en contacto con este para ofrecerle sus servicios. Con el acuerdo del 2010 podían realizar llamadas hasta las 22.00h, un horario en el que las personas suelen estar descansando después de todo el día.
Con el nuevo acuerdo la franja horaria se limita entre las 10h de la mañana y las 20.30h. Además, los sábados se retrasa el inicio del horario de las 9 a las 10 h, mientras que los domingos y festivos no se realizarán llamadas.

Una de las características que más enfada a los usuarios y que más críticas recoge es la rellamada, es decir, que si la persona no coge la llamada por cualquier motivo se le vuelve a llamar hasta la saciedad. Con este nuevo acuerdo se asegura que si el usuario atiende la llamada pero no presta ningún interés por el servicio no se le volverá a llamar hasta tres meses después y en el caso de que le usuario no coja la llamada se van a realiza un máximo de tres intentos por mes, esta característica no cambia respecto al acuerdo anterior.
Las compañías firmantes del acuerdo que no respeten estas características podrán ser expulsadas por incumplimiento con el riesgo que ello conlleva a nivel de imagen.
La red de distribuidores comerciales, que son empresas que obtienen comisión por venta y que muchas veces se encuentran localizadas en países donde las leyes son más suaves como en el mercado latinoamericano o en el norte de África, muchas veces complica la aplicación real de este tipo de acuerdos y el auténtico damnificado es el usuario, que es el que finalmente sufre el acosos telefónico.
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