Orange opta por declaraciones prudentes

Sabiéndose el el centro del
huracán y sospechando que, tarde o temprano, más bien
temprano, la CMT y Telefónica les van a pasar
factura, Orange ha optado por una postura
discreta y prudente. En vez de festejar el éxito de la demanda
que presento en Bruselas, cuando era Wanadoo, y que le
ha costado, por ahora y a falta de dos o tres años
de apelaciones, 151.8 millones de euros a Telefónica,
la filial de France Telecom se ha limitado a lamentar el
retraso en la aplicación de la sanción y, lo más
cándidamente posible, afirmar que una multa no es la
solución.

Está muy reciente la nota de
prensa de Telefónica, donde se hace especial hincapié
en que todo esto es consecuencia de que una empresa francesa
no haya acatado la normativa española dentro del
mercado español. Estas declaraciones, que cuentan con
el beneplácito activo de la CMT y el pasivo
del Gobierno, han calado hondo en la opinión pública.
Orange teme que se produzca una de las típicas
reacciones de exaltación de la nacionalidad, y cuando un
español, por muy europeo que sea, sufre un acceso de esos, con
los primeros que se le cruzan los cables es con los franceses. Cosas
de la proximidad.

En definitiva, que Orange
lamenta oficialmente que este asunto hay tenido que solucionarse con
una multa, ya que opina que estas sanciones, de tipo económico,
no son nunca una solución. Suena a algo así como «ha
sido sin querer».

De todas maneras, a lo hecho pecho, y
algún signo de victoria tenia que hacer: «Tenemos la
confianza e incluso la certeza de que las autoridades regulatorias
asumirán esta decisión como un estimulante
impulso para mejorar la situación competitiva del mercado de
banda ancha en España y extremar la debida
vigilancia
de algunas prácticas del operador incumbente
que, desgraciadamente, ha caracterizado la dinámica de este
mercado durante los últimos años».

Nos viene a la cabeza el viejo chiste
del horticultor español, que cuando le pidió a su
esposa que le hiciese un «francés», esta bajo al garaje,
le abrió la furgoneta y le tiró por el suelo todas las
cajas de fresas. Afortunadamente eran otros tiempos e, incluso, ya
hay una generación que no entenderá ni de que va el
chiste.

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