La situación que se vive en el
mercado de las telecomunicaciones en los países que salen de
una estructura monopolista es difícil, y se puede sobrellevar
de cuatro maneras posibles bien, regular, mal o como se lleva en
España, donde falta léxico para definirla y
habría que inventar un palabra nueva. Hasta ahora nos tenemos
que conformar describiéndola por comparación metafórica
y decir simplemente que tenemos el ADSL más caro y
lento de Europa.
Y buscando soluciones no hay más
remedio que caer en presuntas contradicciones, nosotros los primeros.
Esta es la situación de la Asociación de
Internautas, que por un lado no tiene más remedio que
alegrarse de
que el Supremo haya confirmado
la sanción de Competencia a Telefónica y,
por otro, se ve obligada, en lo que también coincidimos, a
pedir la liberalización de los precios mayoristas, lo que las
operadoras alternativas temen como a una vara verde y definen, poco
más o menos, como su ruina.
Lo que puede parecer una paradoja no
es, en realidad, más que una postura de mirar hacia delante.
Hay que intentar que desparezcan cuanto antes los recuerdos y trabas
de la anterior situación y que los discursos de una libre
competencia en telecomunicaciones incluyan a Telefónica
como parte y no como obstáculo.
Es obvio que en un mercado copado en
casi un 60% por la operadora histórica y en el que los
precios no bajan, está más que demostrado que el
sistema actual no funciona y que imponer el mismo modelo a las redes
de fibra óptica será altamente contraproducente,
tanto en precios como en desarrollo.
Lo que la AI propone
es una liberalización de precios mayoristas, lo que junto con
la normativa
de facilitar el tendido de redes a través de las
canalizaciones de Telefónica no es ninguna barbaridad,
y que se fije un precio máximo a todas las operadoras y
a partir de ahí, que se vea la competencia de verdad.
El existir este tope en precios,
empezaría a no ser rentable la reventa y el que quiera seguir
en el negocio tendría que dejarse de palabras y proyectos y
pasar a los hechos.