¿Qué tienen en común la «Neutralidad de la red» y «La Historia Interminable»?

El revuelo lo destapó (una vez más) el New York Times y tan rápido llegó la respuesta de Google en forma de negación como las quejas hacia la compañía. Los últimos que en recibir críticas por parte de la mayor parte de los internautas han sido los artífices del servicio de búsqueda más utilizado del mundo (de quienes hablábamos hace no mucho) por los supuestos acuerdos que ha realizado con Verizon en EEUU para lograr un tratamiento privilegiado bajo las conexiones inalámbricas del operador norteamericano; al que por cierto, pocos culpan. Resulta lógico que un ISP (Proveedor de Servicios de Internet) pretenda hacer el agosto con un buen acuerdo beneficioso, pero no se trata del mismo modo a Google pese a que la responsabilidad moral es compartida.

No fue el clamor popular el único que se hizo escuchar, sino que no tardaron mucho otras empresas del sector en atacar para desgastar la positiva popularidad del buscador, afirmando que rechazan tajantemente la idea. Todos los que enarbolan la bandera de la libertad de la red, con Facebook casualmente a la cabeza, lo hacen amparándose en la competencia, la democracia y la defensa de lo «intrínseco de Internet».
Hacen bien, porque  la mayoría de estas
empresas, incluso los que intentan manipular la red a su gusto o
beneficiarse de su posición de influencia, han nacido y crecido de forma
vertiginosa gracias a que existe precisamente esta neutralidad.
En esto cabría incluir también a las empresas de telecomunicaciones. ¿O
vamos a creer que hablamos del sector más valorado de todo el mercado
simplemente porque las cosas se están haciendo bien? Hace falta algo
más que eso para recibir un premio semejante.

Para un desarrollo tan rápido de Internet ha sido necesaria la libertad
y la igualdad. Precisamente un país donde tienen bien claros ambos
términos fue el primero en fracasar al intentar crear una red privada.
El proyecto «Minitel» apareció allá
por 1982 y a pesar de contar con buenas ideas no saboreó el éxito
masivo. El invento tenía algunas de las funciones que hoy nos
resultan elementales, pero la red privada llevaba consigo un control no
accesible a la mayoría y que no genera participación, por tanto, tampoco
contenido, usuarios ni popularidad. ¿Resultado? La PPT (Poste,
Téléphone et Télécommunications), empresa al mando por aquel entonces,
quedó dividida dando como resultado a uno de los grandes que ahora se
aplauden por los logros obtenidos; France Telecom. Incluso abriendo bien
los ojos, no hace falta ser hipotético. No estamos hablando de algo que
no haya sido llevado a la práctica de un modo u otro. Sin ir mas lejos,
la mayor parte de las operadoras que ofrecen conexiones de banda ancha
móvil
no permiten acceder a redes P2P o a servicios como Skype con
diferentes argumentos como el de mantener la calidad del servicio y bien
sabida saturación de las líneas.

Así, la solución a tanto conflicto de intereses que fluyen en función de
la posición de influencia que se tenga («hoy me siento neutral, mañana
no»), el remedio no lo puede fabricar la industria por sí misma, sino
que tiene que pasar por cuidar eso que ha funcionado a todos, pese a que
sea tentador para muchos el meterle mano a corto plazo. El comisario
de la FCC, Michael J. Copps dio en el clavo. En su opinión, es necesario
«restablecer la autoridad de la FCC (Comisión Federal de
Telecomunicaciones en los Estados Unidos) sobre las telecomunicaciones
de banda ancha
para garantizar una Internet abierta hoy y para siempre y
poner el interés de los consumidores frente a los intereses de las
corporaciones gigantes». Mientras cada uno tiende hacia su lado en este
debate sin fin en el que nadie se pone de acuerdo, parecen ser los
organismos internacionales los que deberían asentar los límites de la
red
. Ser la voz cantante en cuestiones cruciales para preservar el bien
común por encima del individual.

Todo parece indicar que el famoso término (del cual apenas sabíamos su
existencia hace un lustro) de la «neutralidad de la red» va a estar
amenazado hasta que se realice algún acuerdo de escalas internacionales
en zonas de influencia. Es decir, hasta que EEUU o la Unión Europea no
decidan implementar en su legislación que la neutralidad de la red de
ser de obligado cumplimiento, va a seguir habiendo movimientos de
interés por suprimirla. Por desgracia, hay cierto miedo a ser
imperativo, a tomar medidas y es razonable que lo haya. La influencia
de esta decisión es grande y no se conocen con claridad las
consecuencias acerca de qué ocurría si se acepta que tanta neutralidad
es una pantomima y se elimina esa condición de igualdad a priori. La
caja de los truenos seguirá abierta,
claro, hasta que quién deba cerrarla, la cierre.

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