La FCC norteamericana puede acabar con la neutralidad de la red. ¿Y Europa?

Fotografía de Anna Carol en Flickr bajo licencia Creative Commons

La administración Obama la protegió y la impulsó y, como tantas otras cosas, la administración Trump parece querer darle carpetazo. No, no nos referimos a la reforma sanitaria (Obamacare), sino a la neutralidad de la red (Internet).

El próximo 14 de diciembre, la FCC (Federal Communications Comission) se reúne y, en la orden del día consta un punto por el cual se debatirá la eliminación de las medidas de salvaguarda de la neutralidad de la red impulsadas por la anterior administración.

¿Qué es la neutralidad de la red?

A grandes rasgos, la neutralidad de la red previene que los operadores de Internet (las compañías que contratamos para disfrutar de conectividad a la red de redes en nuestro hogar u oficina) privilegien determinados servicios online o limiten otros en sus conexiones, de forma que podamos disfrutar de cualquier servicio que queramos en la red.

Dos ejemplos de esto: la VoIP en aplicaciones como Skype o WhatsApp perjudica a los ingresos que las operadoras consiguen por las llamadas de voz. Imaginemos que estas empresas pueden limitar el ancho de banda dedicado a estas aplicaciones mediante el examen de los paquetes de tráfico (que es, precisamente, lo que impide la neutralidad de la red).

Lo que obtendríamos sería un servicio de VoIP con una calidad mucho menor y, consecuentemente, impracticable. Igualmente sucede con los servicios de vídeo a la carta como Netflix, que consumen una gran cantidad de ancho de banda.

En este caso, la práctica de la neutralidad de la red también impide, por lo menos teóricamente, a los proveedores ofrecer conexiones con discriminación positiva para algunos servicios para garantizar, por ejemplo, que la calidad de vídeo 4K del antes mencionado Netflix sea la que debe ser.

Eliminar la neutralidad de la red también puede acabar llevando, en un momento dado, a la pura y simple censura de determinados servicios de Internet como, por ejemplo, mensajería instantánea. ¿Habría tenido WhatsApp el éxito que ha tenido de no existir la neutralidad en la red? ¿O habrían acabado con él las operadoras para que no liquidara el negocio de los SMS’s?

Los defensores de la neutralidad de la red afirman que garantizarla, garantiza la libertad de uso de la red de redes, así como la innovación tecnológica. Mientras, sus detractores afirman que lastra, precisamente, esa misma innovación al no poder primar servicios innovadores por encima de otros, y que permite que empresas de Internet se beneficien de los ingresos que les proporcionan los consumidores sin pagar por la infraestructura.

Las grandes operadoras buscan, con la abolición de la neutralidad de la red, una parte del pastel que Google o Facebook se están comiendo en forma de ingresos publicitarios.

Los defensores citan que, si por ejemplo una operadora pacta con Netflix para ofrecer una conexión a Internet que prime sus contenidos, el resto de servicios de vídeo a la carta se verán perjudicados y, por ello, disminuirá la competencia, base de la economía de mercado.

El terreno de juego estadounidense

La administración Obama había blindado la neutralidad de la red, impulsándola desde el principio de su mandato, y llevando a la FCC a establecer reglas para ello, bajo el argumento de que la libertad que imperaba en Internet desde su nacimiento solamente estaría garantizada por unas reglas de juego establecidas por la agencia encargada de controlar las comunicaciones del país.

Dicho reglamento clasifica la conexión a Internet, tanto en dispositivos estáticos (ordenadores, smart TVs,…) como móviles (smartphones, tablets,…) como un servicio básico y, por lo tanto, libre de injerencias en los contenidos de quienes los suministran.

En el comunicado que anuncia la próxima reunión de la FCC se define a la reglamentación actualmente existente para que las operadoras garanticen la neutralidad de la red como de «vaga e intrusiva«, y se explicita la intención de la nueva dirección de la Comisión (en el mandato desde enero de este mismo año, y próxima a las tesis de Trump) de volver a la anterior clasificación de Internet en el ámbito fijo como de «servicio de información», mientras que en el ámbito móvil se clasificaría la conectividad como de «servicio privado».

El único requisito que la FCC pondría a las operadoras es el de ofrecer transparencia en sus prácticas, es decir, informar abiertamente de que tráfico se discrimina en sus opciones de conexión, tanto positiva como negativamente, y cómo se hace.

Y mientras ¿qué hace Europa?

Nada. En el viejo continente existen fuertes reglas de protección para la neutralidad de la red y por el momento no parece que vaya a haber movimientos para cambiarlas, al contrario de lo que pasa en Estados Unidos.

Y no es que no haya presión para ello; en la Unión Europea hay operadoras de telefonía e Internet, y también presionan, pero políticamente parece que ninguna tendencia quiere hacerse suya una propuesta para acabar con la neutralidad de la red.

Al contrario de lo que pasa en EEUU, las autoridades europeas han apostado y siguen apostando por mantener la neutralidad de la red, y es probable que no haya cambios a medio plazo… a excepción de que los políticos de Bruselas vean que los cambios han beneficiado competitivamente a la industria online estadounidense.

Imagen de portada de Anna Carol en Flickr bajo licencia Creative Commons

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