Si tal hicieses, que la SGAE te lo premie

Llevamos un rato intentando recordar el
origen, o un caso representativo cuanto menos, de la fórmula de
juramento de la que Pedro Farré ha extraído su
lapidaria sentencia «si, finalmente, el PP vota en contra
del canon el mundo de la cultura tomará buena nota de esto y
se lo demandará«.

Dos posturas enfrentadas con un solo
objetivo, ganar votos, donde el PP, lejos de sus rivales en
los sondeos de intención, tenía que dar la
mayor campanada. Y la ha dado, rozando el ridículo
en cuanto a descoordinación y falta de comunicación
entre miembros. Quitando lo anecdótico, Rajoy afirma
estar en contra del canon, con la tranquilidad que da el saber que
hay un año de margen para cambiar de opinión de nuevo,
y llevarse los 1.350.000 votos de los firmantes de
todoscontraelcanon.

El Ejecutivo actual no puede dar
marcha atrás, una movilización de la SGAE,
poniendo en la calle a infinidad de triunfitos y culturetas,
resbalaría a la oposición, sin responsabilidad, pero
podría dañar la imagen del Gobierno ya que,
desdichadamente, la penetración de la cultura digital
no es, en España, la que debiera ser, y un profano en
tecnologías básicas votará, sin problemas, por
el incremento de precio de un aparato que no piensa usar jamás.

Con esta espada de Damocles no
hay vuelta atrás en la Orden Ministerial que, en enero,
gravará
todo artefacto con más de un botón, lucecitas y
capacidad de memoria. Pero hay que dejar puertas abiertas y el
discurso del PSOE va cambiando.

Del Ministerio de Industria ya
llegan declaraciones
del tipo “en el futuro se podrían estudiar otras medidas
para complementarlo, o incluso sustituirlo”, de boca de su
titular, Joan Clos, mientras que en el de Cultura se
defienden ahora con la falacia de que es un mal necesario ya
que, sin él, “tendríamos que suprimir la
posibilidad de que los ciudadanos se hagan copia de las obras para su
uso. Y este acto, tan asumido por nuestra conciencia ciudadana,
pasaría a estar prohibido y ser, por tanto,
sancionable». Hay que ser ministro para que tan desproporcionada
barbaridad
suene medio convincente.

Y tras el análisis de la
situación,
las conclusiones: ninguna. Sólo nos queda esperar que llegue a
buen término lo decidido en el Senado y que tengamos que
soportar el despropósito digital sólo un año. Confiar en que
unos u otros van a pensar en el consumidor sería pasarse de
candidez.

Seguimos haciendo memoria. Esfuerzo
vano. Sólo nos viene a la mente un sujeto arrodillado
ante una mamotrética Biblia, su diestra sobre ella y diciendo “Juro tal y cual”, a lo que el notario mayor del reino (y si no
tenía un cargo tan alto, en nuestra imaginación tiene cara y
pinta de ser eso y más) asentía solemnemente. Y el
obispo, éste inconfundible por el uniforme, pronunciaba, solemne, la
fórmula sacramental: «Si tal hicieses, que Dios te lo premie y
si no, te lo demande».

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